Siete segundos

Todo lo que tengo es puro presente. 7 segundos, dicen, ni más ni menos. Y pienso en escorpiones: tanto sexo, tanto tango, tanto amor. Pero ahora que sé de qué pie cojea eso a lo que llamaba yo amor, respiro profundo: recapitulo: recuerdo, siento, aspiro y suelto. Ten tu energía que es toda tuya, y venga la mía que es toda mía. Eso sucede aunque esto sea como una lavadora sin ventana para ver cómo centrifugamos el pasado como un calcetín. Aquí. Ahora. En el presente. Quédate quieto. Afuera. Mira cómo te miran las estrellas, huevo luminoso, pequeña semilla de luz. Obturas, revelas y observas el negativo de tu vida en una pantalla luminosa. Con las fisuras y fracturas puedes trazar un mapa, un laberinto, ¡qué sé yo! “Ya no eres la fotografía de ti mismo”, me murmuro.

Paradas continuas

No me parece que temblar se descarte como certeza.

Cuando sucede, se está seguro de la inmovilidad porque se ha salido de ahí.

Sorber o absorber la consecuencia del frío se conjuga de determinada manera, entendiéndose por tanto como síntoma de un cambio de consciencia. Y es entonces cuando se agrieta la mente donde solías nadar, 

y queda el tiempo atrapado.

Congelado todo, puedes ir y volver del pasado,
hacer paradas continuas,
o tener al sol (o no) de tu lado.
El pronóstico del clima lo traerá un gemido

mientras nos quitamos la ropa

o el café que gotea de las manos.
Más que arder, se trata de ser fuego. Más que sumar, se trata de ser uno.

00:04

Todo está muy bien pensado, he dicho,
haz una pausa para continuar
(lo cual, está muy bien dicho), pensé.